Alejandro Ramos actualmente tiene una vida complicada a sus 56 años de edad. Lleva los últimos 4 años con el cuerpo ‘inflado’ por culpa -supuestamente- de un accidente laboral. Él mide sólo 1,60 metros de altura, pero debe usar ropa bastante más grande a su estatura, únicamente para poder entrar y abrigarse.
Le complica salir a la calle en su condición. Le da vergüenza con el cuerpo que tiene, incluso afirmando que la gente lo mira como un animal raro.
Sus bíceps llaman la atención al tener un contorno de 62 y 72 centímetros cada uno. Además sus pectorales, estómago, espalda, caderas y muslos se encuentran con un volumen anormal.
Lamentablemente, fuera de lo estético, está el dolor de huesos que le impide caminar con tranquilidad. Teniendo un silbido que emite su pecho cada vez que respira.
Accidente del buzo Ramos
A finales del 2013, Alejandro buceaba a más de 30 metros de profundidad buscado ‘choros‘, esos mariscos que se fijan fuertemente a las superficies. Usando su traje construido de cámaras de camión recicladas, se introdujo al mar para hacer sus labores.
De pronto su jornada se complicó. La manguera que le debía dar aire, estaba haciendo lo contrario. Es decir, se lo quitaba. Una hélice de la lancha la rompió y Ramos debió subir de golpe todos esos metros de profundidad para salvarse.
En ese ascenso de emergencia, que no hizo con paradas como es la costumbre para los buzos, la presión del fondo del mar habría hecho su movida. El aire que respiramos todos e incluyendo este buzo está compuesto en un 78% por nitrógeno. Y al subir repentinamente, pudo hacer que ese gas disuelto se haya quedado en el tejido graso, se metiera en el torrente sanguíneo y finalmente retomara su condición gaseosa.
Esto habría provocado que el nitrógeno se expandiera dentro del cuerpo del buzo, cuestión que puede provocar osteonecrosis o la muerte del tejido óseo por falta de irrigación.
Sin los cuidados y procedimientos de buzos estándares para la descompresión, Alejandro llegó al hospital hinchado. No tenía dinero para costear exámenes o tratamientos y su vida comenzó a tener un mal desenlace.
La depresión lo consumió y por años sólo se dejaba ver por sus familiares. No quería salir a la calle.
¿No fue el accidente?
En Perú, después de tanto tiempo, su caso llegó a la televisión. Fue ahí cuando el Centro Médico Naval se entera de su caso y le ofrece atención gratuita. Esto significó la realización de pruebas que jamás pudo hacerse por la falta de dinero. Entre resonancias magnéticas, ecografías y estudios de medicina nuclear que tanto necesitaba.
Los especialistas de este centro médico llegaron a una primera conclusión: el accidente no lo dejó en esa condición. Lo que deforma su cuerpo no fue el nitrógeno, más bien grasa que aparece desde la hipodermis. Es decir, apuntan a una especie de tumores que podría ser una enfermedad congénita.
Para mala suerte de Ramos, esto se habría manifestado justo con el accidente, pero no tendría nada que ver con el mismo. Y una segunda hipótesis -más lejana- es que sea una secuela de buceo nunca antes vista.
Ahora recibirá un trasplante de cadera, ya que su osteonecrosis está demasiado avanzada. Todo esto mientras busca los recursos para la prótesis que necesitará por la operación.