La tecnología de interfaz entre cerebro y ordenador (BCI, por sus siglas en inglés) es un intérprete de la actividad mental: A través de electrodos, lee las intenciones en un encefalograma y las transforma en comandos de control.
Gracias a ella, un equipo liderado por la Universidad de Valladolid, en España, ha diseñado un programa de entrenamiento cerebral para ancianos y un mando a distancia mental de aparatos electrónicos.
El software de entrenamiento cognitivo para personas mayores es uno de los primeros frutos de la investigación liderada por Roberto Hornero.
El investigador explica que la tecnología se basa en el registro y procesamiento de la actividad mental para que un ordenador u otro aparato electrónico realice una tarea.
Según Hornero, el punto diferencial del proyecto respecto a otras aplicaciones es que capta directamente la señal cerebral.
Los test informáticos que sirven de base van aumentando de dificultad. Todos requieren que el usuario reproduzca tan solo mentalmente el movimiento de una de sus manos.
“Se incrementa el nivel de carga cognitiva con el número de figuras y colores que aparecen. Hemos necesitado 16 electrodos porque intervienen el córtex occipital, el medial y el prefrontal, no queríamos perdernos nada”, explica María Dolores del Castillo, directora del Grupo de Bioingeniería Cognitiva del Centro de Automática y Robótica del CSIC.
La investigación
Hasta la fecha, la tecnología ha sido tilizada por 62 personas mayores de 60 años vinculadas con el centro de investigación.
“Tenían que ser personas sanas, sin ninguna enfermedad neurológica”, señala María Teresa Gutiérrez Fuentes, directora gerente de la institución.
Los voluntarios se dividieron en dos grupos: 32 de ellos utilizaron la plataforma a lo largo de un entrenamiento cognitivo de cinco semanas, mientras que 31 mantuvieron sus costumbres habituales. A todos se les realizó un test neuropsicológico antes y después para apreciar su evolución.
“Hemos comprobado que este tipo de ejercicios da lugar a mejoras en la memoria de trabajo y en otras áreas relacionadas, como es la percepción visual”, expone Hornero.
Los investigadores encontraron cambios en la actividad cerebral de aquellos que habían ejercitado su cerebro.
“Observamos modificaciones en el área occipital, que es donde recibimos los estímulos visuales y también en el córtex frontal donde, junto con el hipocampo, se sustenta la memoria de trabajo”, expone del Castillo.
El ejercicio estaba diseñado para que se produjeran estos resultados positivos; sin embargo, también aparecieron efectos en la comunicación oral de los participantes que no estaban en las perspectivas iniciales de los expertos.
Usos de BCI
Dadas sus posibilidades para, al menos, frenar los efectos degenerativos de la vejez en el cerebro, los investigadores proponen el uso de este tipo de aplicaciones en los centros de atención de día.
Hornero señala que ya existen cascos totalmente inalámbricos para evitar el abundante cableado, que hace aparatoso su uso.
“Colocar el casco debería ser más sencillo y sin utilizar geles”, dice Hornero.
En cuanto a su costo, a pesar de que aún es elevado, el investigador de la UVA es optimista.
“Estoy convencido de que en tres o cuatro años bajarán los precios. De hecho ya hay equipos de BCI a la venta en internet por unos US$500, pero aún no son muy fiables”, señala.