En el reciente incidente que involucró a Alaska Airlines, donde un panel de la aeronave se desprendió en pleno vuelo, por suerte no contamos un problema mayor y la aeronave realizó un aterrizaje de emergencia. Este suceso, que pudo haber tenido consecuencias catastróficas, ha puesto en el centro de la atención —una vez más— a Boeing, el fabricante del avión. Dave Calhoun, presidente ejecutivo de la compañía, no tardó en asumir la responsabilidad por este incidente, prometiendo completa transparencia en la gestión de la crisis.
Calhoun, quien asumió el liderazgo de Boeing en enero de 2020, en un momento en que la compañía enfrentaba desafíos significativos tras dos accidentes mortales del 737 MAX, se comprometió a trabajar estrechamente con la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte de Estados Unidos (NTSB) en la investigación. La seriedad del incidente se refleja en la decisión de los reguladores estadounidenses y la Administración Federal de Aviación de dejar en tierra 171 aviones 737 MAX 9, incluyendo los de Alaska Airlines, con la misma configuración que el avión involucrado.
Lo de Alaska Airlines podría haber ocurrido en otra aerolínea
El panel afectado, un tapón de puerta utilizado para rellenar una salida de emergencia no necesaria en estos aviones, fue señalado por los investigadores de la NTSB como posiblemente no ajustado adecuadamente. Esta situación ha llevado a United y Alaska Airlines a reportar «componentes sueltos» en algunos de sus aviones Boeing 737 MAX 9 durante inspecciones preliminares.
Este incidente ha afectado la imagen de Boeing y también ha tenido un impacto financiero, con una caída del 1,4% en sus acciones. La respuesta de Boeing a este desafío será crucial para restaurar la confianza en su capacidad para garantizar la seguridad de sus aviones. El compromiso de Calhoun y su equipo para implementar controles exhaustivos en los procesos de calidad y los controles de la compañía es un paso hacia la recuperación de esa confianza.