Intel recibirá un total de 8,5 mil millones de dólares (USD) en fondos directos y 11 mil millones de dólares en préstamos del gobierno de Estados Unidos. Una cantidad brutal de dinero que tiene como objetivo expandir la capacidad de la compañía para fabricar chips de alta gama. Un movimiento que es parte de los esfuerzos de Intel para reinventarse y competir contra empresas como TSMC y Samsung.
Los fondos se destinarán a la construcción de nuevas instalaciones para la empresa en los estados del suroeste, incluyendo Arizona, Ohio, Nuevo México y Oregón. Se espera que el financiamiento contribuya a la creación de 30.000 empleos en el sector de semiconductores. La administración del presidente Joe Biden ha destacado que esta medida es parte de una agenda más amplia para revitalizar la fabricación nacional en sectores que van desde la energía limpia hasta los semiconductores y el acero.
Contribuciones y expectativas de Intel
La compañía se ha comprometido a invertir 100 mil millones (USD) en fabricación de chips durante los próximos cinco años, anticipando un mayor beneficio de los créditos fiscales del Tesoro de Estados Unidos, que le permitirán deducir hasta un 25% de esa inversión. Intel espera que esta plata ayude a la expansión de sus operaciones y a la creación de miles de empleos directos e indirectos en el país.
El acto de financiamiento es parte del Acta de Chips y Ciencia de 2022, que proporcionó $52 mil millones en subsidios para trasladar la fabricación de semiconductores de vuelta a Estados Unidos, en medio de tensiones geopolíticas con China. El objetivo es que para finales de la década, este país norteamericano produzca el 20% de los chips más avanzados del mundo, un aumento significativo desde el nivel actual que es prácticamente nulo.
En declaraciones, Gina Raimondo, Secretaria de Comercio de Estados Unidos, y Pat Gelsinger, CEO de Intel, resaltaron la importancia de esta financiación para la seguridad nacional y económica, y la innovación en campos como la inteligencia artificial. Además, señalaron la intención de Intel de garantizar que el 50% de todos los semiconductores del mundo se fabriquen en Estados Unidos y Europa dentro de una década.